Al
igual que usted, su cerebro tiene alimentos preferidos. Su alimentación constituye
los bloques de construcción de todas sus células. Y su cerebro no es la
excepción. Las proteínas contenidas en alimentos de origen animal,
especialmente en el hígado y los mariscos, contribuyen con la regulación de la
capacidad intelectual y del estado de ánimo. Algunos estudios demuestran que
una dieta rica en carbohidratos (papas, arroz, harinas, leche, cereales) ayuda
a calmar la ansiedad.
Una
buena dieta debe incluir un aporte adecuado de minerales en virtud de los
beneficios que éstos ofrecen al organismo. El calcio, por ejemplo, interviene
en la transmisión de los impulsos nerviosos, el hierro influye en el
rendimiento y en el transporte de oxígeno a las células, y el zinc parece estar
relacionado con la actividad de los neurotransmisores.
Para
obtener calcio se debe ingerir leche y sus derivados, mientras que el hierro es
posible encontrarlo en carnes, vísceras, legumbres y frutos secos. Las ostras,
crustáceos, carne de cordero y las leguminosas son alimentos ricos en zinc.
Todas
las vitaminas del complejo B son cofactores del proceso de producción de
neurotransmisores, específicamente la
B1 (carne de cerdo y levadura de cerveza), B6 (melón, pollo y
plátano) y la B12
(hígado, huevos y queso), esta última es muy importante para contrarrestar el
estrés y fortalecer la agilidad intelectual. Por otro
lado, otras investigaciones han demostrado que la vitamina C (cítricos,
tomates, coliflor y pimientos) disminuye la posibilidad de sufrir cáncer
cerebral sobre todo en la infancia. En este caso, los fumadores deben
aumentar su consumo de vitamina C, ya que un fumador medio reduce el nivel de
ésta en 20 por ciento y un gran fumador, en 40 por ciento.
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